Adriano Machado / Reuters

Por Nelson Mendoza Blanco*

Reputatio, que en latín traduce “la opinión que se tiene de alguien o algo”. El capital más importante que puede atesorar un líder es su reputación, es decir, su prestigio, estima, popularidad, reconocimiento público o fama.

Por ignorancia, descuido o por subestimación la comunicación política orientada a la reputatio de líderes y partidos es pobre o inexistente, lo que evidencia una falla inaceptable en estos tiempos. Podríamos mencionar muchísimos casos donde se evidencia una ausencia de acciones dirigidas a enfrentar el desprestigio o el descrédito; tenemos como ejemplos a Michel Temer (Brasil), Nicolás Maduro (Venezuela), Otto Molina (Guatemala) o la Infanta Cristina (España).

Es un error no dar respuestas apropiadas en los tiempos apropiados y por los medios apropiados. La mayoría de los líderes y las organizaciones salen a la defensa de su honor en los tiempos electorales cuando ya los cristales de sus techos han estallado como escarcha. Algunos apelan a paliativos comunicacionales y sacan de sus videotecas imágenes de sus buenos tiempos esperando el milagro, pero la verdad es que esto no es más que unas pocas gotas de agua oxigenada en una inmensa herida infectada.

No es posible cambiar percepciones sin modificar realidades. No se puede salir de un bache reputacional sin explicaciones, sin aportar razones y sin humildad para reconocer fallas, errores y horrores en el desempeño político. El tema de la gerencia de la reputación es otra de las tareas pendientes de la clase política, mucho más en tiempos de redes sociales, donde lo común es que la mugre salga a flote mientras lo bueno permanezca oculto.

*Internacionalista, experto en Estrategia Política y Campañas Electorales. Directivo y profesor de la Escuela de Liderazgo Político.